Cohen, Peter (2012), Drug Policy as Freedom from Rationality. The prosecution of the Rototom music festival in Italy. Drugs and Alcohol Today, Volume 12, No 4, pp. 209-212. Traducción: Maria Mercedes Moreno.
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La política de drogas ajena a toda racionalidad

La judicialización del festival de música Rototom en Italia

Peter Cohen

Este ensayo surge como reacción a la persecución judicial en contra de los organizadores del festival de música 'Rototom Sunsplash'. Todas las primaveras hacia el mes de mayo se realizaba en las mágicas montañas de Friuli en el norte de Italia, cerca al antiguo pueblo fortaleza de Tolmezzo, a la vista de los Alpes italianos. Durante tres días, destacadas bandas musicales, ante todo de reggae del mundo entero, hacían retumbar el amplio podio al aire libre. El festival organizaba conferencias y exposiciones en un ambiente cultural relajado y variado que atrae a miles de jóvenes italianos. En mi calidad de conferencista invitado pude observar el festival en varias ocasiones y apreciar su compleja infraestructura. En el 2011 se prohibió el festival porque los visitantes “podrían fumar cannabis”. La sorprendente noticia a finales del 2011 de que los organizadores tendrían que defenderse de acusaciones de “facilitar el consumo de drogas ilícitas” fue el trasfondo a la invitación solidaria de la ciudad de Udine, la capital de Friuli, que ofreció su solemne Sala Municipal a una serie de conferencistas.[1] Esta conferencia fue organizada un día de junio 2012 por un grupo pro reforma de las políticas de drogas, "Fuoriluogo”. El texto a continuación es mi contribución a las reflexiones que se dieron ese día. Yo aproveché la ocasión para ahondar en uno de mis artículos anteriores en el que explico la profunda y medieval irracionalidad de las políticas de drogas. [Cohen, 2004].

La política de drogas ajena a toda racionalidad

Si la política de drogas es tonta e inverosímil, ¿también es estúpida? Mi respuesta a esta pregunta es el tema de este ensayo, y la conclusión es que la política de drogas no es tanto lo estúpida que es sino que es algo mucho peor. La política de drogas moderna es retrograda, se basa en sinsentidos, magia y superstición. Con el propósito de defender este implacable veredicto, conviene iniciar al lector en el mundo de una religión muy particular e importante llamada Vudú. [2]

La comparación entre la religión vudú y la política de drogas ilustra la acuciante situación en la que nos encontramos en lo que se refiere a políticas de drogas contemporáneas. Señalo algunos detalles del Vudú pues esta información permite revelar el catastrófico estado mental en el que operan quienes diseñan las políticas de drogas.

Vudú, el arte de maniobrar los espíritus

Recordemos que las primeras religiones vudú no representan una entidad monolítica. Fueron muchas las versiones de Vudú que se desarrollaron luego de que la versión más conocida del Vudú fuese exportada junto con los esclavos africanos de Benín a América del Norte y del Sur en el siglo XVII. Sin embargo, como lo señalan muchos observadores, hay ciertos elementos universales al Vudú como es la creencia de que hay una multiplicidad de espíritus que actúan en la vida cotidiana de los humanos. Los espíritus no sólo participan en las vidas de los seres humanos sino que además determinan todo lo que a ellas se refiere. De tal forma, según el Vudú, no es posible vivir la vida sin la intervención de los espíritus y a estos espíritus hay que maniobrarlos para tratar de ponerlos de nuestro lado.

Los espíritus del Vudú son peligrosos y traicioneros y, si no nos acercamos a ellos de forma correcta, son invencibles. La única forma de mantenerlos alejados es avalando y practicando una serie de rituales complejos. Algunos espíritus practican el bien y el mal, otros son básicamente malévolos. No obstante, la simbolización de cuáles espíritus son buenos y cuáles son malos o buenos y malos puede variar de una comunidad vudú a otra. En otras palabras, la religión vudú posee semejanzas generales y características universales pero en la práctica cotidiana existen diferencias significativas.

En la práctica, la forma de combatir los espíritus puede diferir de un chamán o sacerdote a otro, y entre sitios y periodos históricos. ¿Se debe sacrificar un pollo, o fabricar, para luego destruir, un muñeco para enfrentar el poder del espíritu? ¿Debe uno apelar a la ayuda de un solo espíritu o a una combinación de varios espíritus? ¿A quién identifica uno como fuente de enfermedad, a un antepasado femenino o a uno masculino? Son muchos los enfoques posibles y, como en el Vudú no existe el equivalente de la prueba científica, cada Vudú está libre de desarrollar sus propias prácticas, simbolismos subyacentes y líneas de causalidad.

La política de drogas, el arte de maniobrar las drogas

Nuestro abordaje a las drogas es casi el mismo. Las determinaciones sobre cuáles son las drogas del mal y lo que las hace malas varían de generación en generación y según el periodo y la cultura. [3] Los rituales para exorcizar el poder de las drogas también pueden variar enormemente de un periodo, cultura o escuela “terapéutica” a otra. ¿Es necesario acudir a una comunidad terapéutica? ¿Acudir al psicoanálisis? ¿Ir a prisión? ¿Consumir drogas benignas como si esto pudiese neutralizar las drogas malévolas? ¿Debemos obligar a los usuarios de drogas a ir a la estación de policía diariamente? ¿Qué vaya al neurocirujano para que le extirpe esa parte de su cerebro a la que llega la droga para que esa sustancia malévola ya no tenga adónde ir? Todas estas prácticas existen o han existido pero todas ellas en diferentes lugares, países, tiempos y culturas. Lo mismo sucede con las definiciones de los males que se supone ocasionan las drogas. Un ejemplo famoso que me gusta citar es un antiguo mito, ampliamente profesado en Suecia en su momento, sobre el mal del cannabis según el cual su consumo atenta contra la virilidad, destruyendo la producción de semen pero también inhibiendo la salida de la barba. Se podría decir que el cánnabis destruye el Vikingo en los suecos. En Francia, expertos en cannabis han expresado ideas semejantes, aunque seguramente con significados culturales muy diferentes.

Estas ideas pueden parecer extrañas a los lectores británicos u holandeses pues sus culturas nunca han conjurado los peligros de emasculación cannabinoica. En los Estados Unidos, se construyeron interpretaciones totalmente opuestas: el consumo de cannabis, se llegó a creer, exacerbaba los instintos sexuales llegando incluso a convertir a los hombres en monstruos y depredadores sexuales y a las mujeres en esclavas sexuales. No obstante, treinta años más tarde los Estados Unidos consideraba que el cánnabis convertía a los hombres en seres desanimados y carentes de energía. Esta amplia y contradictoria variación en los supuestos efectos de una misma droga es lo que sucede en el mundo del Vudú, en el cual con los espíritus son básicamente malos pero el cuáles y cómo no es algo fijo. Para nuestra cultura, las drogas son básicamente malévolas pero, lo que se refiere a cuáles de ellas son particularmente malévolas y en qué consiste este mal, puede variar enormemente. Una de las “teorías” que más me entretiene es la difundida recientemente en Italia que sostiene que ¡el cánnabis perfora huecos en el cerebro humano![4] Yo no he oído a nadie aparte de algunos italianos manifestar esta creencia. El cómo es que se abren los huecos en el cerebro es un secreto bien guardado, al igual que la explicación de cómo se vuelven a llenar. ¿Con oxígeno? o ¿será con jugo de naranja? ¿El cerebro sigue perforado durante mucho tiempo o solo por un rato? ¿Cómo es que tantos italianos con el cerebro perforado se desempeñan como cualquier otro ciudadano normal? Los expertos italianos todavía no han respondido a estas preguntas y lo que es más sorprendente es que ni siquiera se hayan formulado las preguntas.

En Holanda también existen ideas extrañas. El Gobierno determinó que los coffee shops (cafés en lo que se pueden comprar y consumir drogas blandas) no pueden estar a menos de 350 metros de las escuelas y que la mera presencia de una imagen simbolizando una hoja de cánnabis en un coffee shop es susceptible de una pena de cierre del establecimiento. Estos cafés no pueden tener más de 500 gramos en existencias. Son pocos los que entienden el porqué de dichas medidas y sus supuestos efectos benignos. Como en cualquier otro país en el campo de la política de drogas, Holanda tiene la libertad de imponer medidas autóctonas y decidir porque.

Bajo la influencia de los Demócratas Cristianos, los coffee shops holandeses están ahora sometidos a una serie de reglamentaciones extrañas y complejas dirigidas a mostrar los terribles riesgos del cánnabis. Los servicios de policía que aplican estas normas detentan el mismo poder indiscutible que los sumos sacerdotes. ¡Esta práctica nos muestra que nosotros, los hombres modernos, podemos maniobrar los espíritus malévolos del cánnabis para contenerlos con la técnica apropiada! En Holanda el cánnabis tiene que ser encadenado y alejada de todo mal mediante una multiplicidad de normas sin sentido. Y como en el Vudú, todo vale. El diseño de las normas de drogas responde a fines locales y electorales y, cuando estas medidas simbólicas pierden su aceptación popular, otras vienen fácilmente a tomar su lugar. No se hace necesario defender estas medidas racionalmente ni sustentarlas con investigación científica. Sus efectos se determinan de manera ad hoc invocando una especie de fé dogmática y unas buenas intenciones políticas compartidas. La falta de sustento científico y racional es algo que no se cuestiona, como sucede con cualquier dogma religioso. Esto significa que no se tiene que responder a la pregunta de si existe correspondencia entre los supuestos efectos y la ciencia. Lo único que se requiere es que el supuesto efecto de una política en particular sea simbólicamente creíble para un público determinado. Es por esto que las medidas de drogas varían tanto de un país a otro. ¡En Holanda se morirían de la risa si sus gobernantes les dijeran que el cannabis le abre a uno huecos en el cerebro! Allí, a diferencia de digamos Italia y posiblemente Francia, este imaginario no tiene la más mínima cabida.

Sin embargo, los holandeses fácilmente creen aseveraciones que sostienen que el cannabis lesiona el desarrollo del cerebro, así como los suecos aceptan las afirmaciones de que el cánnabis impide la salida de la barba. Esta libertad de diseñar políticas sin ninguna relación causa-efecto no existe, ni de lejos, en otros campos. Imagínese que en Irlanda los médicos dictaminasen que, para sanar una fractura, es necesario nadar en una piscina de agua salada mientras que en Grecia los galenos recetaran ir a un oráculo. Sería inconcebible que un médico en Roma y otro en La Haya pretendiesen sanar una fractura con procedimientos tan disimiles. Eso sólo sucede con las drogas. En el campo de las drogas, las políticas no se refieren a las drogas en sí sino al tiempo y lugar. Como los chamanes del Vudú, las autoridades de políticas de drogas tienen entera libertad para elevar las fantasías supersticiosas de sus expertos a la categoría de política pública. El único limitante es que estas políticas sean culturalmente aceptables en determinado momento y lugar. No se busca una sustentación o verificación racional; lo que cuenta es la fé y autoridad para encargarse de las drogas.

Conclusión: La política de drogas en una religión politeísta

De tal forma, para concluir, en mi opinión la política de drogas no es tanto lo estúpida que es sino lo alucinantemente retrograda que es. La guerra de la droga es un sistema de ideas y prácticas conexas que caben dentro del campo de la magia y la religión. Para mí, la religión es retrograda en cuanto atribuye poder y significado a un conjunto dado de entidades fantasmagóricas, sus dioses y espíritus. La religión puede ser monoteísta como en el caso del Judaísmo o Cristianismo o puede ser politeísta como en el caso del Vudú y la mayoría de las religiones africanas y greco-romanas de la Antigüedad. La política de drogas, con su institución de base —la guerra de la droga—, es una religión politeísta ya que para ella existen múltiples drogas dioses como el cánnabis, la cocaína, el khat y los opiáceos. Estas drogas dioses están, al igual que los espíritus vuduístas, investidas de un enorme poder que es atribuido culturalmente sin que se requiera la más mínima prueba científica. Las observaciones y discurso son primitivos y con frecuencia imbuidos de características supernaturales. Los sumos sacerdotes/expertos encargados de manejar estas poderosas drogas cuentan asimismo con unos privilegios y reverencia de amplio alcance. En todas las religiones politeístas, el creyente tiene la libertad de escoger su deidad propia entre el panteón de múltiples dioses y puede elegir el chamán o sacerdote que ha de acompañarlo en su comunicación con dicho Dios.[5] En la institución religiosa de la guerra de la droga también se puede escoger cuál de las drogas es la más benévola o más benigna y porque. Los políticos optan por una u otra según los valores que desean transmitir o los temores afines a sus estrategias políticas. Sus políticas de drogas son las supersticiones de la época y cumplen muchos más propósitos que los referidos propiamente a las drogas. Naturalmente, las modas y culturas locales juegan ahí un papel; razón por la cual las drogas del mal —o los males de las drogas— son muy distintos en el siglo XXI de lo que fueron en los años 1930. La droga del mal de los suecos no es la misma que la droga del mal de los mejicanos. Algunos de los sacerdotes modernos de esta religión dedican sus vidas a la lucha contra el tabaquismo; algunos abogan en contra (o a favor) del cánnabis; otros se dedican a luchar contra el doping; algunos se centran en la cocaína; y así sucesivamente. A comienzos del siglo XIX, la droga del mal era el alcohol que convocaba una movilización política que ya no se logra, aunque hoy en día el doping y el tabaco logran una convocatoria considerable.

El Barón Samedi y la metadona pueden ser útiles

Uno de los espíritus más influyentes en el Vudú haitiano, un espíritu profundamente malévolo con vínculos con la muerte, el alcohol y el libertinaje, se llama Barón Samedi. No obstante su carácter maléfico, ¡si uno logra poner a este espíritu de su lado, el Barón se puede convertir en sanador y hasta Salvador! En la religión de las drogas, también está vigente el aspecto bipolar del espíritu droga. En el caso de drogas como lo opiáceos, que figuran entre las más malévolas, también es posible ponerlas a nuestro favor siempre y cuando sean utilizados por la persona adecuada y con nombre propio. De tal forma, si se llaman morfina o metadona, se le puede dar la vuelta al mal y la droga opera de forma positiva. Pero, si la sustancia se llama heroína u opio, no tiene el menor mérito positivo. Las drogas que se llaman pasta base o metanfetamina son invencibles. Son drogas engañosas que sólo pueden ser dominadas en contextos prescritos, con la guía de especialistas y siguiendo sus indicaciones. De tal forma, si observamos los razonamientos y atribuciones supersticiosas la religión Vudú y de la religión de drogas, los trazos comunes saltan a vista como cuando reconocemos que el cuadro que estamos viendo es un van Gogh.

Referencias

Cohen, Peter, (2004), Bewitched, bedevilled, possessed, addicted. Dissecting historic constructions of suffering and exorcism. Presentation held at the London UKHR Conference, 4-5 March 2004. Amsterdam: CEDRO. http://www.cedro-uva.org/lib/cohen.bewitched.html

Notas

  1. Para una breve presentación de los cargos, ver un artículo (en italiano) por Renato Schinko: http://www.fuoriluogo.it/sito/home/mappamondo/europa/italia/rassegna_stampa/sunsplash-perseguitato-nuova-legge-sulla-droga#more
  2. "El Vudú es ante todo una religión. Es la religión dominante en Haití. Es posible que muchas de las prácticas y descripciones del Vudú se puedan tildar de creencias estrafalarias pero imaginen Uds. lo que piensan quienes no saben nada al respecto sobre las creencias del Cristianismo. Hábleles del Espíritu Santo o la Resurrección, o de la presencia del cuerpo de Jesus en la eucaristía. Cualquiera de estas prácticas, en las que creen muchos cristianos inteligentes, serían catalogadas de supersticiones para quienes no están familiarizados con el cristianismo." Rob Corbett, 1988. http://www.webster.edu/~corbetre/haiti/voodoo/overview.htm
  3. A comienzos de los años 1980 el éxtasis era considerada una de las drogas más peligrosas, 30 años más tarde es considerada relativamente segura.
  4. Se dice que el director del DPA (Dipartimento Antidroga) italiano, Giovanni Serpelloni MD, muestra imágenes del cerebro con los huecos. Ver el informe hecho por uno de sus empleados, Domenico Chionetti, de la visita de Serpelloni a una comunidad terapéutica en Génova: http://delta-9news.blogspot.it/2008/11/giovanardi-e-i-suoi-buchi-nel-cervello.html Yo he podido seguirle el rastro a por lo menos 3 personas que han escuchado a Serpelloni y su equipo hacer estas afirmaciones pero no existe un sólo pronunciamiento escrito sobre el daño que ocasiona el cánnabis a la células cerebrales en el sitio web del DPA http://www.politicheantidroga.it
  5. Un guerrero griego puede preferir orar a Zeus o a Hermes, o a cualquier otro dios de la enorme reserva de los súperdioses y dioses menores de su religión.